La privatización de la tierra fue un
proceso de adaptación de la economía salvadoreña como respuesta a la
transformación del mercado internacional, donde a través de las reformas
liberales se generó un transición en la concentración de producción del añil al
café, suceso que desenlaza una cambio en los recursos de producción agrícola,
en este caso, la tierra; sin embargo, las causas de dicha reforma y el papel
que jugó en el país varían de acuerdo a la interpretaciones socio-históricas
con que se analiza la temática, antes de abordarlas, es importante conocer el contexto político y social en el
que se produce esta transición.
Antes de la independencia, las
instituciones coloniales se habían encargado de dirimir sus desacuerdos con la
tradición indígena, al desaparecer las autoridades españolas los conflictos
entre las clases antagónicas estallaron. En esta escena nos encontramos a los
liberales, los conservadores y la población indígena. Los conservadores querían
mantener las mismas autoridades y en la medida de lo posible, el mismo sistema; los liberales querían cambiar la forma de gobierno. Por otro lado, nos
encontramos con la antigua tradición que se encontró amenazada por los nuevos
idearios liberales inspirados por el economista Adam Smith y la ilustración.
“Los liberales apoyaban la liberación del comercio, la separación
entre iglesia y estado, la abolición de privilegios y el régimen federal. Los
conservadores se identificaban con mayores restricciones al comercio, el
mantenimiento de estrechos vínculos entre el estado y las autoridades
eclesiásticas y la vigencia de las instituciones antiguas… Las diferencias
cambiaron a través del tiempo…” (Ministerio de Educación, 1994)

En este periodo nos encontramos con
la figura de Rafael Carrera, un caudillo conservador de Guatemala quién llego
al poder por ensañarse en contra de los excesos de los liberales con ayuda de
la iglesia y los indígenas. “Las
rebeliones indígenas eran aprovechas por los conservadores en función de sus
objetivos políticos, los indígenas no temían tanto a los conservadores como a
los liberales” (Fuentes, 2002) . El poder de los conservadores en la vecina
Guatemala, más las rebeliones indígenas y la existencia de abundante tierra
inculta que prevalecía, alejaban a los terratenientes del acaparamiento de
tierras. Así, entre 1840 a 1871 se dan diferentes cambios de gobierno entre los
conservadores y liberales.
Es en el gobierno de Gerardo Barrios en 1858 donde se
implementan las primeras reformas liberales en materia de extracción de tierras
ejidales y comunales, luego, surge la
figura de Francisco Dueñas, quien reemplaza a Barrios en 1863. Dueñas era un
conservador que respetaba a la iglesia católica y a la institución indígena,
pero “no reimplanto la legislación que dotaba de ejidos a los pueblos… y traspaso las propiedades capellanías al
estado” (Fuentes, 2002) , es en su gobierno
donde las exportaciones y la producción de cultivo de café aumentan. Esto nos
lleva a la conclusión de que cuando los conservadores gobiernan en este punto,
la elite salvadoreña era ya en su mayoría liberal. En 1871 Dueñas cae por los
liberales, y éstos toman el poder en Guatemala. “Este cambio de gobierno fue el
más importante, porque tanto Justo Rufino Barrios (Suegro de Gerardo
Barrios), como Santiago González
representaban los intereses de los productores del artículo de exportación que
había tomado auge en esos años: el café.” (Ministerio de Educación, 1994) .
Fue en 1855 que los primeros sacos de
grano de café se exportaron y 20 años más tarde el valor de las exportaciones
de café superaba al añil. Las razones que impulsaron continuar con la expansión y
producción del café se debió a los bajos costos de transporte, la mejora del
clima para las inversiones, el alza de los precios del café, ya que cuando aumentaba
la demanda lo hacia el precio, y no podemos olvidar los incentivos del
gobierno.
Con los liberales al cargo, los indígenas vuelven a levantarse pero la causa era perdida, los liberales se
había fortalecido, y los indígenas ya no contaban con el apoyo de los conservadores,
quienes ahora se habían adaptado al cambio político. “El fin del gobierno
conservador en Guatemala eliminó el obstáculo principal para montar ataque a
las formas comunales de tenencia de tierra” (Fuentes, 2002, pág. 227)
En 1878 el alcalde de Mejicanos
propuso la distribución de plantas comerciales, en las que “aquellos que
dedicaran al menos una cuarta parte de sus ejidos al cultivo de productos
recibirían títulos de esas tierras” (Fuentes, 2002) . Esta idea fue
aplaudida por las demás gobernaciones y finalmente en 1879 se firmo un decreto
en que se trasladaba al ámbito nacional el ejemplo del gobernador. Así, las
puertas se abrían a la privatización de
las tierras comunales y ejidales, hasta que finalmente en 1881 y 1882 con el
gobierno del liberal Rafael Zaldívar se establecen las leyes promulgadas que
abolieron las tierras comunales y ejidales. Una de estas fue la Ley de
Extinción de Comunidades promulgada el 23 de febrero de 1881 en el Diario Oficial. Entre sus considerandos
esta ley establecía: “Que la indivisión de los terrenos poseídos por
comunidades impide el desarrollo de la Agricultura, entorpece la circulación de
la riqueza y debilita los lazos de la familia y la independencia del
individuo…Que no obstante aún se conserva el pésimo sistema de bienes comunales
administrados por corporaciones que tienen personalidad jurídica;…Que tal
estado de cosas debe cesar cuanto antes como contrarios a los principios
económicos, políticos y sociales que la República ha aceptado.
Según interpretación de David
Browning existía una brecha entre las concepciones que manejaba la clase
indígena y la clase liberal. Los indígenas no visualizaban con gran
esplendor la idea de la agricultura
comercial, puesto que estaban acostumbrados a utilizar sus tierras para la
producción de cultivos de subsistencia, a diferencia de los liberales quienes
veían la agricultura comercial como un medio muchísimo más rentable y próspero
en materia económica y social. La élite salvadoreña se encontraba con dos dificultades:
la excesiva dependencia en la producción añilera, la cual se resuelve por una
nueva dependencia, el café, y la otra
dificultad en materia de los títulos de propiedad de la tierra en donde
persistía gran confusión, que tiene como solución la desposesión de comunidades indígenas de sus tierras. Browning sugiere que el factor que impulso a
la elite a buscar cambios en la tenencia de la tierra fue la introducción del
café. Y nos dice que el ritmo de expansión acelerado del café dio paso a una
adaptación con bastedad de conflictos, a diferencia de la expansión del añil
que fue con un ritmo más pausado. No solamente
se diferencian en su introducción, sino en su método de cultivo, demanda
de mano de obra y la solicitada ubicación geográfica. El café dificultaba el
proceso de expansión en todas sus características. También afirma que el rápido
desarrollo de la infraestructura de transporte contribuyó al rápido crecimiento
de la producción cafetalera. Recordemos
que entre 1859 y 1863, Gerardo Barrios transfirió tierras del dominio público
al sector privado bajo la única condición de que se utilizaran para producir
café.
También tenemos la interpretación de
Rafael Menjivar, que explica sobre todo el papel fundamental que tiene esta
transformación del recurso de la tierra en el desarrollo del capitalismo en el
país. Las tierras ejidales y comunales pasarían a integrar la parte constante
de capital. Además afirma que lo importante es que al mismo tiempo que la elite
se apropiaba de tierras, se liberaba mano de obra para trabajar en las fincas
de café. Héctor Lindo- Fuentes por otro
lado destaca que todo el proceso está relacionado con el contexto político,
social y económico, y que aun considerando las diferencias culturales, en
realidad no todos los indígenas era un obstáculo para las llamadas reformas
liberales. De hecho, muchos de ellos fueron participes y se beneficiaron, pero
no podemos olvidar que en el momento decisivo sus valores culturales fueron
vistos como una amenaza al progreso.
Es importante también rescatar cual
era la orientación social y económica que se quería dar al país a través de las
reformas liberales. Aunque existió un fuerte interés por parte de los
cafetaleros por acaparar mayor cantidad de tierra posible, es posible que
existieran precursores que confiaban que las reformas darían paso a un “sistema
más moderno y eficiente que condujera a una paulatina civilización” (Bernal, 2007) tanto a los nuevos
usuarios como los antiguos, pertenecientes a la tradición. Y es que al
convertirse las tierras comunales y ejidales en elementos del pasado, los
liberales afirmaban que con las nuevas reformas todos ejercían la misma
posibilidad de oportunidades para poder desarrollarse social y económicamente.
“De allí en adelante, sería la capacidad individual y el trabajo los elementos
que propiciarían el avance o el estancamiento del individuo” (Bernal, 2007) . Existió una
confianza plena ante la meritocracia prometida por el nuevo orden; aunque
actualmente pensemos que muchas de las clases desposeídas de sus tierras ya
estaban colocadas en desventaja inmediata respecto a la clase más
privilegiada.
La clase popular indígena
realmente no contó con una ideología liberadora en las instituciones, que
representaran sus intereses y que reflejara su visión como sector oprimido
durante la época republicana. Si en el periodo de transición hacia el nuevo
orden hubiera existido mayor representación de las clases populares y el cambio
hubiera sido mucho más pausado como lo explica Browning, tal vez los conflictos
y las desventajas respeto a las reformas entre las clases imperantes hubieran
disminuido; sin embargo desde mi interpretación personal, creo que aunque haya
sido pausada o no la reforma, las clases populares, y no solo las indígenas, ya
se encontraban en una posición de desventaja e inferioridad que hasta el día de
hoy sigue vigente. No solo porque no poseían gran influencia en el gobierno y
las instituciones, sino porque habían sido desposeídas no solo de sus tierras,
sino de sus visiones, cultura y costumbres, y tampoco posean los recursos y el
conocimiento para emprender en la caficultura.
En conclusión, las
privatización de las tierras ejidales y comunales está inevitablemente asociado
a la producción y extensión del café como nuevo producto agrícola, ya que la
dependencia del añil estaría afectada por la aparición de los nuevos colorantes
sintéticos y con ello la paulatina caída de sus precios. Igualmente, la
disminución de aranceles y los costos de trasporte, más el ejemplo de grandes
países comerciantes como Estados Unidos, y el enfrascamiento en el mundo de las
nuevas ideas liberales provenientes de Europa. Por otro lado pudimos darnos
cuenta como las reformas en materia económica, se influenciaba de manera
recíproca con el contexto social y político, y como los hechos hicieron del
desarrollo histórico una ruptura del orden establecido. La eliminación de las tierras comunales obligó a que la
mayoría de personas de las comunidades indígenas para poder sobrevivir
vendieran su fuerza de trabajo, convirtiéndose la mayoría en proletarios
agrícolas o campesinos pobres. Además, llevó a una concentración de la
propiedad de la tierra en manos de los productores de café que luego se
consolidarían como la clase dominante: la oligarquía cafetalera, lo que dio
paso a un aumento en las desigualdades en la sociedad salvadoreña, la brecha
entre los cafetaleros exitosos y el resto de la población era mucho mayor, pero
no podemos olvidar que este cambio ayudó al desarrollo de modernización del país
en diferentes instituciones. Este
proceso de transformación que se vivió
durante el siglo XIX tuvo ventajas y desventajas en todos los ámbitos del país,
muchas que en la actualidad continúan.
Elena Pacas
Bibliografía
Bernal, C. G. (2007). Tradiciones inventadas y discursos
nacionalistas: El imaginario nacional de la época liberal en El Salvador,
1876 - 1932. San Salvador: Universidad de El Salvador.
Fuentes, H. L. (2002). La economía
de El Salvador en el siglo XIX. San Salvador: CONCULTURA.
Ministerio de Educación. (1994). Historia
de El Salvador: Tomo I. Ciudad de México: Comisión Nacional de los Libros
de Texto Gratuitos.
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